La importancia de los animales
Todos somos conscientes de la importancia de las plantas en el mantenimiento de la vida en la Tierra, pero... ¿sucede igual con los animales? Algunos ejemplos del papel de estos organismos en los ecosistemas nos pueden ayudar a responder a esta pregunta.
Los animales (insectos, aves y mamíferos como los murciélagos) polinizan dos terceras partes de nuestros cultivos alimentarios, siendo esenciales para mantener los altos niveles productivos.
Como muestra de dicha importancia conviene comentar un episodio ocurrido en los años sesenta, cuando una gran empresa internacional de alimentos estableció en Malasia plantaciones de aceite de palma procedentes del África occidental. Las plantas prosperaron, pero producían poca fruta, porque el polen de las plantas masculinas no llegaba a las flores femeninas. Los investigadores descubrieron que en el Camerún, de donde era originaria la palma, las flores masculinas de la planta hospedaban un gorgojo, el Elaeidobius kamerunicus, que se alimenta del polen de las flores. Se llevó el gorgojo a las plantaciones de palma de Malasia y el resultado fue un aumento espectacular de la producción.
Los animales también participan en la diseminación de las semillas al alimentarse de sus frutos y dispersar las semillas con los excrementos, contribuyendo, de esta manera, a la conservación de los ecosistemas. Por ejemplo, la dispersión de las semillas de las encinas en las dehesas parece depender de roedores como el ratón de campo (Apodemus sylvaticus, imagen derecha) y aves como el arrendajo (Garrulus glandarius), que almacenan las bellotas para su consumo posterior; la escasez de estos organismos clave en las dehesas explicaría la falta de regeneración del arbolado y, por tanto, su insostenibilidad ecológica. |
El ratón de campo contribuye a la dispersión de las semillas de la encina |
El contacto con los polinizadores también puede ser una forma de mantener la diversidad genética en los cultivos. Estudios de la calabaza vinatera (Lagenaria siceraria) realizados en Kenya han revelado que un conjunto variado de polinizadores contribuye a mantener las formas extraordinariamente diversas de las calabazas.
Algunas especies de animales zapadores, como la lombriz de tierra (Lumbricus terrestris) y el topo (Talpa europaea), airean y facilitan el drenaje de los suelos, mejorando sus cualidades.
En la naturaleza existen animales necrófagos (que se alimentan de restos de organismos muertos) y detritívoros (que se alimentan de detritus); estas especies contribuyen a la limpieza de los residuos, como ocurre con muchos animales abisales.
A lo anterior podemos añadir que algunos animales producen sustancias que pueden ser utilizadas por el ser humano como, por ejemplo, la lectina, una sustancia que sintetizan los pepinos de mar (imagen derecha) y que inhibe el desarrollo de posibles parásitos; así, desde el año 2007, se están realizando investigaciones con los mosquitos del género Anopheles, transmisores de la malaria o paludismo, y con Aedes aegypti, vector del dengue o “fiebre rompehuesos”. Se pretende modificar genéticamente a estos organismos (insertando en su material genético el gen que promueve la síntesis de lectina) para que inhiban la reproducción de los agentes causantes de la enfermedad en su organismo. |
Pepino de mar u holoturia del género Cumumaria. Foto cmm. |
Estos ejemplos corroboran la importancia de los animales en el mantenimiento de las cadenas tróficas de los ecosistemas, hasta el punto de que cuando una especie se extingue, o disminuye mucho su población en una determinada área, se verá afectada la red trófica de ese ecosistema (se ha visto, por ejemplo, que la desaparición de la tortuga de Florida en una zona de su hábitat natural provoca la desaparición de, al menos, 37 especies de invertebrados).
Esta pérdida de biodiversidad reduce la productividad de los ecosistemas y debilita su capacidad para hacer frente a los desastres naturales.
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