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4.2. La explosión del islamismo en Irán

Con la venta del petróleo a los países industrializados, Irán aumentó notablemente sus ingresos que el sha Reza Pahlevi -autodenominado Rey de reyes- empleó en una política de modernización según el modelo occidental. Pero, aunque con la llamada revolución blanca se benefició a las clases medias más cultas, la inmensa mayoría de iraníes quedó sumida en la miseria por la subida de los precios de los productos manufacturados que tuvo lugar como consecuencia de la crisis de la energía de 1973.

Los clérigos chiíes, entre los que se encontraba el imán Jomeini, que había vivido en el exilio por oponerse al régimen, y los comerciantes del bazar iniciaron un proceso para derribar al sha que, en 1979, consumó el ayatolá (fuente de emulación) Jomeini con el apoyo de la población popular urbana.

Jomeini fundó en la República islámica de Irán un régimen presidencialista autoritario a pesar de tener sufragio universal, Parlamento y Constitución. Gracias a la colaboración de Hezbollah (el partido de Dios) que integraba a jóvenes procedentes de los medios populares, impuso leyes muy estrictas en nombre del islam y consolidó políticamente al fundamentalismo. A las mujeres se les impidió vestir a la moda occidental, se insistió en su papel tradicional de esposas y madres, dentro del hogar y sometidas siempre a un varón. Además se les prohibió ejercer su profesión.

La revolución iraní tuvo gran influencia moral entre los futuros movimientos islamistas de los países árabes, pero Occidente tardó más de una década en caer en la cuenta de su verdadera entidad.

El Ayatolá Jomeini
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