3. Genética de los polimorfismos simples
By Vries, Hugo de [CC BY 2.0 or Public domain], via Wikimedia Commons |
Un aspecto crucial de la teoría cromosómica de la herencia es la capacidad de los genes para experimentar mutación. El término fue acuñado por De Vries cuando, tras cultivar ejemplares de hierba de asno (Oenothera lamarckiana), obtuvo plantas tan distintas entre sí y de sus progenitores que podían considerarse especies totalmente nuevas. Llamó mutaciones a estas variaciones de gran calibre surgidas súbitamente —sin necesidad de la acumulación gradual de pequeñas variaciones por selección natural— y, en su opinión, únicas artífices de la aparición de nuevas especies2.
Inicialmente, Morgan intentó reproducir en Drosophila las mutaciones que De Vries creyó hallar en Oenothera. Pero pronto constató que se limitaban a cambios más bien poco espectaculares, y no a drásticas reorganizaciones del organismo; por ejemplo, a la aparición de un individuo con ojos blancos en una población de moscas con ojos rojos. La unidad de mutación, pues, no residía en el individuo como un todo, sino en cada gen (en este caso, en el responsable del color del ojo), que podía sufrir cambios capaces de alterar su expresión fenotípica. En 1919 se confirmó esta idea al observar la aparición de mutaciones (que se heredaban como cualquier otro rasgo) en los descendientes de moscas expuestas a los rayos X. La principal dificultad para aceptarla se resumía en una pregunta: ¿cómo un cambio microscópico en un fragmento de cromosoma podía traducirse en una alteración a escala macroscópica?
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