1.1.1. Envoltura nuclear
Las técnicas microscópicas disponibles desde el siglo XIX —por ejemplo, la tinción con hematoxilina y eosina [véase la ilustración 1.8]— revelaban que el núcleo se halla revestido por una fina cubierta que lo separa del citoplasma. Pero hasta 1953, tras la llegada del microscopio electrónico, no se pudo apreciar que, en realidad, se trata de dos membranas concéntricas (cada una con su bicapa lipídica y sus proteínas) separadas por un espacio perinuclear de entre 20 y 100 nm. Por esta razón, es incorrecto el nombre de “membrana nuclear” que a menudo se le aplica, siendo preferible el de envoltura nuclear; a veces se usan como sinónimos los vocablos carioteca o nucleolema.
La más externa de las dos membranas está tachonada de ribosomas, igual que el retículo endoplasmático rugoso (RER). En su conjunto, la envoltura nuclear recuerda a una enorme cisterna del RER y, de hecho, en 1955 se descubrió la continuidad entre el espacio perinuclear y el lumen del RER [véase la ilustración 5.4]. También se averiguó que cuando las cisternas del RER se fusionan para originar la envoltura nuclear dejan unas pequeñas oquedades que comunican el interior del núcleo con el citosol: los poros nucleares.
Formación de la envoltura nuclear a partir del retículo endoplasmático rugoso (fuente: ASH).
El espacio delimitado por la envoltura nuclear contiene un líquido viscoso, el jugo nuclear o nucleoplasma, que presenta las enzimas y demás moléculas necesarias para la actividad nuclear.
Obra publicada con Licencia Creative Commons Reconocimiento No comercial Compartir igual 4.0