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El origen de los terremotos

La teoría de la tectónica de placas asocia los sismos a los límites de placas y, por lo tanto, los primeros sismólogos pensaban que sus hipocentros se debían localizar cerca de la superficie –a pesar de que Benioff, en la década de los cincuenta, había detectado sismos profundos–. Pero el 8 de junio de 1994 se produjo un gran sismo bajo el suelo de Bolivia; su hipocentro se situó a más de 600 kilómetros de profundidad, cosa que sorprendió a los sismólogos de todo el mundo.

Como hemos visto en apartados anteriores, la causa primaria de los terremotos radica en el movimiento de las rocas que forman la corteza terrestre, en un persistente afán de acomodamiento. De vez en cuando se desprende gran cantidad de energía del globo terráqueo, lo que se traduce en fuertes convulsiones que afectan especialmente a las zonas más frágiles de la corteza terrestre. La tensión acumulada en una de las fracturas que se producen en estas zonas puede llegar a superar el rozamiento entre los dos bloques separados por ella, que se deslizarán el uno a lo largo del otro, originando una falla y temblores de graves consecuencias: durante el famoso terremoto de San Francisco, en 1906, la falla de San Andrés se desplazó a lo largo de casi 500 kilómetros.

Serpentina

La serpentina abarca, en realidad, un grupo de minerales que rara vez cristalizan y se forman por metamorfismo de ciertos silicatos.

La mayor parte de los sismos son someros, es decir, tienen su hipocentro a unas cuantas decenas de kilómetros bajo la superficie terrestre (hasta unos 50 kilómetros de profundidad). Se producen por unión de microgrietas que generan una falla. Pero casi el 30 por ciento de los episodios ocurre a más de 70 kilómetros de profundidad, e incluso hay un 8 por ciento que tiene su origen por debajo de los 300 kilómetros. Las presiones existentes a esas profundidades hacen impensable que se puedan producir microgrietas, fracturas y deslizamientos de rocas. ¿Cuál es, pues, la explicación de la existencia de los sismos medios (entre los 70 y 300 kilómetros) y profundos (más de 300 kilómetros)?

La primera característica a tener en cuenta es que los terremotos someros se producen en cualquier punto de la Tierra, mientras que los medios y profundos solo se originan en las zonas de subducción.

También se ha demostrado, en el laboratorio, que los sismos de profundidad intermedia se producen cuando la serpentina –que se forma al hidratarse el olivino de la parte superior del manto– existente en la placa que subduce se deshidrata a causa del calor: la presión del agua desalojada del mineral contrarresta la presión de carga a la que está sometido y permite abrir microgrietas paralelas a la dirección de compresión.

En cuanto a los sismos de foco profundo, se generan por la conversión de olivino en espinela, transformación que se produce a lo largo de estructuras llamadas antigrietas (por formarse en un sentido perpendicular a la dirección de compresión de las rocas). La unión de antigrietas –cuyo interior está relleno de olivino en fase de espinela– forma una falla, que causa el terremoto. Pero una vez que todo el olivino se ha descompuesto en dos fases más densas –la perovskita y ciertos óxidos (proceso que, como comentamos anteriormente, ocurre a los 670 kilómetros de profundidad)– ya no existe ningún mecanismo capaz de originar sismos y la placa, entonces, desciende deformándose plásticamente, como una manta que se desliza por el borde de la cama.

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