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Cronología relativa

Los catastrofistas propugnaban que la Tierra nació de una bola de material fundido que se fue enfriando poco a poco; al enfriarse se contrajo, y al contraerse se resquebrajó en innumerables fracturas de la corteza, acompañadas de terremotos, inundaciones y hecatombes.

La Tierra tenía una historia que se extendía desde un pasado de frecuentes e intensos cataclismos hasta un presente más sosegado. Pero, entonces, ¿cómo podríamos usar nuestro conocimiento de los procesos modernos para dilucidar los acontecimientos geológicos de un ayer tan diferente?

El geólogo británico Sir Charles Lyell (1797-1875) pretendió conjugar la realidad de una historia de la Tierra
–algo que difícilmente se podía negar tras la correcta lectura del registro fósil– con la posibilidad de que ésta pudiera estudiarse recurriendo a los procesos que operan en la actualidad en nuestro planeta. Pero –paradoja tras paradoja– lo hizo suscribiendo en lo esencial la noción de Hutton de un mundo que funcionaba como una máquina sin dirección y rechazando abiertamente los postulados catastrofistas.

Rizaduras o ripple-marks fósiles Rizaduras actuales
Según el principio del actualismo hemos de asumir que las rizaduras que presentan las areniscas de la formación Roubidoux, en Missouri (izquierda), datadas en unos 450 millones de años, se originaron conforme a los mismos procesos que intervienen en este preciso momento en la arena de esta playa del Cantábrico (derecha. Foto cmm).

Lyell en sus Principios de geología expuso las cuatro premisas básicas de su doctrina, denominada posteriormente uniformitarismo:

1. Uniformismo
Las leyes de la naturaleza (en particular las de la física) han sido y serán siempre las mismas, aquí y en cualquier lugar del Universo.

2. Actualismo
Si los procesos aún operantes bastan para explicar los fenómenos antiguos (véase la figura anterior), ¿para qué invocar causas desconocidas o extraordinarias? O lo que es lo mismo: los procesos geológicos de épocas pasadas tienen su origen en fuerzas exógenas y endógenas que aún continúan activas y que actuaron de igual forma a como lo hacen actualmente.

3. Gradualismo
Los procesos geológicos (erosión, sedimentación, elevación de montañas…) siempre han actuado al mismo ritmo lento y pausado; las grandes formaciones requerirán lapsos de tiempo descomunales para originarse por acumulación gradual de imperceptibles efectos, tales como el desgaste, grano a grano, de una montaña:
 
El Weald, en el sur de Inglaterra, representa los restos erosionados de unas colinas (en la abajo se observa el corte geológico a lo largo de la línea del mapa superior). Charles Darwin aceptó el gradualismo de Lyell y estimó que el ritmo de erosión era de 1,25 cm por siglo, concluyendo que las colinas habían tardado 306 662 400 años en erosionarse (hoy sabemos que han bastado 60 millones de años).

4. Antiprogresionismo
La Tierra presenta ahora más o menos el mismo aspecto de siempre, a pesar de que el cambio es continuo: si una cordillera emerge otra es erosionada, de modo que la proporción entre mar y tierra es constante; las inundaciones, volcanes y terremotos son fenómenos locales que siempre han ocurrido con igual frecuencia; el clima fluctúa cíclicamente (Lyell habla del “gran año”) y las especies se extinguen a un ritmo invariable, aunque su número no mengua porque son sustituidas por otras nuevas (cuyos diseños anatómicos no exhiben progreso neto, ya que nacen adaptadas a un entorno que no varía o que oscila sin rumbo fijo).

Durante los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX, se usaron los procedimientos de datación relativa basados en los principios estratigráficos y geológicos ya mencionados (superposición de los estratos, relaciones de corte...) con el objeto de ordenar y correlacionar los diferentes estratos y terrenos geológicos. Así, se construyeron los primeros mapas geológicos, y se estableció una primera agrupación, ya en desuso, de los estratos y las rocas en: Primario, Secundario, Terciario y Cuaternario o Diluvial.

Cuando se fueron determinando con mas exactitud los fósiles característicos de cada estrato, se definieron otras unidades bioestratigráficas más precisas, caracterizadas por la existencia de uno o varios fósiles guía; cuando estas unidades se correlacionaron a escala global, se estableció un primer calendario estratigráfico general, con el cual se podía dividir la historia de la Tierra en varios periodos que estudiaremos en el siguiente epígrafe.

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