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Cenozoico

Se extiende desde hace 65 Ma a la actualidad y se divide en los periodos Paleógeno (subdividido a su vez en tres épocas: Paleoceno, Eoceno y Oligoceno) y en el Neógeno (con tres épocas: Mioceno, Plioceno y Pleistoceno o Cuaternario).

Las masas continentales procedentes de la fragmentación de Pangea continúan su desplazamiento a sus actuales ubicaciones (véase ilustración) y colisionan dando origen a dos sistemas orogénicos: el conjunto Rocosas-Andes, que se extiende desde Alaska a la Patagonia y el sistema Pirineos-Atlas-Alpes-Himalaya en dirección este-oeste.

A la izquierda se representa un esquema a escala de la división cronoestratigráfíca de la historia de la Tierra (los colores utilizados son los oficialmente establecidos; el terciario está con fondo blanco porque actualmente no tiene asignada ninguna categoría en la división cronoestratigráfica. A continuación se representa la formación y desplazamiento de las masas corticales a partir del Cámbrico, con indicación de las fases orogénicas asociadas. A la derecha, se han descrito las variaciones climáticas que se han producido desde el Cámbrico; en rojo se pueden apreciar los máximos térmicos y en azul los mínimos (glaciaciones).
 Desplazamiento de los continentes en el Fanerozoico

A principios del Cenozoico el clima era cálido y húmedo, sin mantos de hielo ni en la Antártida ni en Groenlandia, pero se fue enfriando gradualmente hasta llegar a un clima frío, con glaciaciones cíclicas que han recubierto de hielo, durante los 2 últimos millones de años, extensas zonas continentales. El enfriamiento vino acompañado, como una de las causas, o como uno de los efectos, por una pérdida casi continua de CO2 atmosférico. En el límite entre el Paleoceno y el Eoceno se produjo un máximo térmico (véase ilustración) durante el cual la temperatura del planeta se incrementó entre 5 y 7 °C. Este pico de temperatura pudo deberse a la liberación brusca de metano —hasta entonces atrapado en cristales de hielo en los sedimentos del fondo oceánico— por el incremento de temperaturas. Una vez en la atmósfera, el metano liberado se oxidaría convirtiéndose en CO2 y vapor de agua, incrementando en 2 o 3 veces la concentración de dióxido de carbono de la atmósfera.

En el Neógeno (véase ilustración) hubo una glaciación caracterizada por la alternancia de periodos glaciares (los glaciares avanzan hacia el ecuador) e interglaciares (los glaciares retroceden). Cada ciclo glaciar dura unos 100.000 años (véase el recuadro “¿Qué son las glaciaciones? en el apartado correspondiente al Proterozoico) y hace 11.550 años que comenzó el actual periodo interglaciar.

Durante el Cenozoico, las formas de vida en la tierra y en el mar se hicieron más parecidas a las existentes actualmente. La vida en el mar se diversificó y aparecieron nuevas especies de moluscos, peces, y un grupo de foraminíferos exclusivos de esta era, los nummulites (véase ilustración). Los invertebrados existentes son prácticamente los actuales. Desaparecen muchos grupos de reptiles y anfibios, que quedan reducidos a los actuales.


Esquema a escala de la división cronoestratigráfica de la historia de la Tierra (los colores utilizados son los oficialmente establecidos; el terciario está con fondo blanco porque actualmente no tiene asignada ninguna categoría en la división cronoestratigráfica. A la derecha, se han representado algunos de los fósiles-guía más importantes; la barra que se sitúa junto a ellos representa cuanto tiempo vivieron.Escala cronoestratigráfica y fósiles guía

Las aves también se diversificaron, perdieron los dientes y consiguieron un esqueleto más ligero, lo que les facilitó el vuelo y el dominio del medio aéreo. En el oligoceno ya aparecen las aves modernas y en el Mioceno se pueden encontrar algunas formas de gran tamaño como los fororrácidos o “aves del terror”, que tenían 1,5 metros de altura y eran carnívoros.

Las plantas con flores o angiospermas sustituyen progresivamente a las gimnospermas. Hay un gran avance de las plantas monocotiledóneas que forman extensas praderas en las que pastan numerosos grupos de herbívoros.

Sin embargo y a pesar de la gran diversidad animal, esta era se caracteriza por el dominio de los mamíferos como detallaremos a continuación:

  • En el Paleoceno aparecieron varios grupos de mamíferos: los marsupiales, los insectívoros, los lemures (primates primitivos), los monotremas (como el equidna), carnívoros (distintos a los actuales) y los ungulados primitivos (a partir de los cuales evolucionarían posteriormente diversos grupos como los caballos, rinocerontes, cerdos y camellos).

    El máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, que apenas duró unos 80.000 años, influyó enormemente en la evolución de la vida animal. El episodio coincidió con una importante extinción de fauna, tanto en los continentes como en los océanos, y con la aparición de numerosos órdenes de mamíferos, que dominan la Tierra desde entonces.

    La flora se adaptó a las altas temperaturas respondiendo con cambios en la fisonomía de sus hojas y con migraciones hacia latitudes más altas.

  • En el Eoceno surgieron las formas primitivas de los murciélagos, primates, roedores (la mayor parte de ellos de menor tamaño que las formas actuales) y las formas ancestrales del caballo, del elefante... El final de esta época fue testigo de la primera adaptación de los mamíferos a la vida marina, con la aparición de los antecesores de las actuales ballenas.

    Baluchiterium
    Representación de Baluchitherium (pesaba entre 12 y 15 toneladas, el doble que un elefante) en comparación con una jirafa actual.
  • En el Oligoceno, los mamíferos aumentan de tamaño y se diversifican. Aparecen los Équidos (antecesores de los actuales caballos) y las formas primitivas de los rinocerontes (un subgrupo, el Baluchitherium de Asia central, es el mamífero terrestre más grande de todos los tiempos), de los camellos (del tamaño de ovejas) y de los elefantes (carentes tanto de colmillos como de trompa). Los carnívoros se diferencian para dar lugar a los grupos actuales de cánidos (ancestros de los perros, lobos...), felinos (tigre dientes de sable…), hiénidos (predecesores de las hienas), pinnípedos (formas anteriores de las focas, morsas…) y úrsidos (primitivos osos). Los roedores estaban muy extendidos. De los estratos del oligoceno se han extraído huesos de los primeros monos de Asia y Europa.

  • En el Mioceno, el desarrollo de los mamíferos estuvo relacionado de forma directa con un importante avance evolutivo en el reino vegetal: la aparición de las gramíneas. Estas plantas, ideales como forraje, contribuyeron al crecimiento y desarrollo de los animales herbívoros, como los caballos, rinocerontes, mamuts, mastodontes (morfológicamente semejantes a los mamut, pero pertenecientes a distintas familias) y elefantes (estos últimos ya tenían una larga trompa).

    Se generaliza la presencia del Dryopithecus, un animal parecido a los gorilas, en Europa y Asia. Durante esta época, grupos de grandes simios relacionados con el orangután vivían en Asia y en la parte sur de Europa. Aparecen algunos grupos de carnívoros modernos como los gatos, las hienas y una especie de perro-lobo; todos ellos se extendieron por varias partes del mundo.

  • En el Plioceno se produce la evolución de un grupo de primates, los homínidos, con diversas especies, desde los Australopitecinos al Homo habilis y al Homo erectus, considerados antepasados directos del Homo sapiens.

  • El Pleistoceno se caracterizó por la extinción masiva de algunos grandes mamíferos —como los mamuts, los mastodontes y los elefantes, estos últimos quedaron reducidos a las dos especies actuales— y de otros animales como, por ejemplo, el tigre dientes de sable, el perezoso terrestre y el hombre de Neandertal; otros grupos quedaron reducidos a algunos continentes (por ejemplo, en Europa desapa- recieron los antílopes, leones, hipopótamos, mofetas...). No se sabe a ciencia cierta por qué se produjo esta extinción, aunque algunos datos sugieren que estuvo relacionada con las glaciaciones.

    Los seres humanos, como tales, aparecieron en esta época.

Como acabamos de estudiar, la historia de la Tierra, y con ella la de la vida [véase la ilustración 2.33], ha estado marcada por acontecimientos catastróficos de lo más variopinto: enriquecimiento en oxígeno de la atmósfera, continentes que se mueven, climas repentinamente cambiantes…

Extinciones
 
A lo largo de su historia, la vida animal ha experimentado cinco grandes extinciones masivas. La de finales del Pérmico (hace 210 Ma) fue la más destructiva de todas: cerca del 95 por ciento de las especies (toda la llamada fauna cámbrica y una buena parte de la paleozoica) fue aniquilada permitiendo la expansión de la fauna moderna.

Estos acontecimientos han venido a dar la razón, retrospectivamente, a nuestro ya conocido Cuvier y a su doctrina del catastrofismo, y han sentado las bases para una nueva visión del mundo en que los cataclismos conviven con procesos graduales: el neocatastrofismo.

Tampoco sabemos a ciencia cierta por qué a la vida eucariota en general, y a la pluricelular en particular, le costó tanto eclosionar (recordemos que se produjo en la “explosión del Cámbrico”). Se han apuntado diversas hipótesis, algunas de las cuales parecen bastante prometedoras, que vinculan el origen de los eucariotas, la explosión del Cámbrico y, en realidad, casi cualquier faceta de la evolución de los seres vivos, con la dinámica del planeta que los acoge. Por ejemplo, recientemente ha llamado la atención una curiosa “coincidencia”: el único cuerpo del Sistema Solar en el que existe tectónica de placas y movilidad continental es también el único –que sepamos– en el que ha arraigado la vida.

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