2. El tiempo geológico y su división
Hutton no podía ignorar algo que parecía hablar en contra de su ideal de una Tierra sin historia: los fósiles de organismos ahora inexistentes, reflejo de épocas pasadas en las que no todo era igual que ahora. El ilustre escocés sugirió que quizá no se habían buscado con suficiente tesón entre las criaturas vivas. En otras palabras, Hutton no creía factible la extinción de las especies.
Fósil de Megatherium americanum (un perezoso sudamericano gigantesco) del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, cuyo estudio permitió a Cuvier identificar a un animal distinto de los actuales. | |
Documento original de Cuvier en el que representa la columna estratigráfica de la cuenca de París. |
Su opinión contaba con el rechazo de personalidades como Georges Léopold Chrétien Frédéric Dagobert, barón de Cuvier (1769-1832). Cuvier se propuso resolver el problema de las extinciones empíricamente. Enfocó su interés en los grandes vertebrados, ya que, pensaba, era muy improbable que hubiesen pasado desapercibidos animales como un mamut en el caso de que siguieran vivos (y neutralizaba así la objeción de Hutton). Ahora bien, los fósiles de vertebrados suelen consistir en fragmentos sueltos, como dientes o huesos. ¿Cómo averiguar si pertenecieron a especies ya extintas o a otras aún vivas?
Cuvier estudió una inmensa colección de vertebrados y comparó su anatomía. Observó que en el mismo animal ciertas partes aparecían invariablemente asociadas a otras (por ejemplo, los intestinos especializados en digerir carne siempre estaban acompañados de garras afiladas, de mandíbulas robustas para sujetar a la presa y de dientes cortantes), y concluyó que las estructuras de un animal están tan estrechamente vinculadas entre sí (principio de correlación entre las partes) que, a partir del análisis de un hueso aislado, podía reconstruir la totalidad del ser vivo al que perteneció y compararlo con los actuales. Pudo mostrar así que ciertos fósiles carecen de parangón con formas modernas y que, por lo tanto, la extinción es una realidad (figura derecha, arriba).
Pero Cuvier fue más lejos. París está situado sobre una amplia depresión en forma de cuenca, colmada con capas de rocas sedimentarias de diversos tipos. La erosión ha hecho aflorar a las rocas más recientes cerca del centro de la cuenca y a las más antiguas en su límite, por lo que se puede obtener una imagen global de la columna estratigráfica íntegra (figura derecha, abajo). En 1808 Cuvier examinó los fósiles de la cuenca de París y advirtió que alternaban cíclicamente las rocas originadas en agua dulce y las formadas en ambientes marinos… lo que, en apariencia, apuntalaba la noción de Hutton de un mundo cíclico. Pero sólo en apariencia, porque:
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Ciertos fósiles aparecían sólo en capas determinadas; este hecho condujo al concepto de fósiles guía, definidos como aquellos que corresponden a organismos que vivieron solo en determinada época y tuvieron gran dispersión geográfica. La presencia de estos fósiles guía permitió correlacionar estratos pertenecientes a distintas columnas y establecer su edad relativa.
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Muchos de los fósiles encontrados eran tanto más distintos a las especies actuales cuanto más antiguo era el estrato en el que se encontraban. Es más, el tránsito entre algunos grupos de estratos era marcadamente abrupto en cuanto a los fósiles y las rocas.
Los ammonites son útiles en la datación de rocas sedimentarias marinas depositadas a lo largo del Mesozoico (Dactylioceras. Foto cmm). | La existencia de fósiles guía en distintos estratos permite correlacionar columnas estratigráficas de distintas zonas. De esta observación, el ingeniero inglés Williams Smith (1769 -1839) dedujo el Principio de sucesión faunística, que dice que las rocas se forman en un intervalo particular de tiempo geológico y pueden ser distinguidas e identificadas por su contenido fosilífero de otras rocas formadas en otro intervalo de tiempo. |
¿Cómo interpretar tales hallazgos?
Cuvier no podía admitir que unas especies se transformasen en otras, pues se lo impedía su principio de correlación entre las partes: si cada “pieza” de un animal implica hasta el último detalle de todas las demás, cualquier cambio conllevaría la completa remodelación de todo el cuerpo –algo así como si una vaca diese a luz a un mono–. La única explicación posible a esa sucesión de faunas progresivamente más modernas era que cada una de ellas hubiera sido aniquilada en violentos paroxismos (revoluciones, decía Cuvier: erupciones volcánicas, inundaciones, levantamiento de montañas, fractura y plegamientos de estratos, hundimientos de continentes...) y sustituida por otra inmigrada desde regiones menos afectadas o creada de nuevo. Estos cataclismos supusieron a Cuvier y a los suyos ser conocidos como catastrofistas.
Cuvier logró una síntesis que devolvía a la Tierra su historia —desde entonces dividida en períodos y eras geológicas que empezaban y terminaban con una extinción masiva de la fauna y de la flora y su posterior reemplazo— a la par que conservaba lo más significativo del plutonismo (relación entre levantamientos y hundimientos, causantes de extinciones, y actividad ígnea).
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