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2. Lípidos y membranas

Superadas las barreras que forman las estructuras extracelulares (glucocáliz, pared celular…), un hipotético explorador de la superficie celular se toparía con un último obstáculo antes de poder acceder al interior de la célula: la membrana plasmática. En su composición interviene un grupo novedoso de sustancias conocidas como lípidos.

El término lípido —derivado del griego lipo, “grasa”— designa a un grupo de biomoléculas orgánicas muy dispar, tanto desde el punto de vista químico como funcional. En general se trata de sustancias insolubles en agua pero solubles en disolventes apolares orgánicos (éter, acetona, benceno…), cuya estructura incluye grupos hidrocarburados de al menos diez átomos de carbono y sus correspondientes hidrógenos, aunque también pueden contener oxígeno, fósforo, nitrógeno o azufre. A menudo presentan un aspecto brillante (graso) y son untuosos al tacto.

La clasificación de los lípidos es complicada debido a su heterogeneidad, lo que ha dado lugar a diferentes esquemas. Así, se les ha dividido en lípidos simples (si su hidrólisis da lugar a lo sumo a dos productos diferentes) y complejos (que generan tres o más productos por hidrólisis). También se les ha dividido en saponificables (cuando en su composición figuran los llamados ácidos grasos y, en consecuencia, sirven para formar jabones) e insaponificables (si carecen de ácidos grasos). La clasificación que aquí seguiremos, esbozada en el siguiente recuadro, depende de criterios químicos, en particular de los componentes hidrofóbicos e hidrofílicos de cada molécula.

Clasificación actual de los lípidos

El ILCNC (Comité Internacional para la Nomenclatura y Clasificación de los Lípidos) ha desarrollado un esquema moderno de clasificación (http://www.lipidmaps.org) que agrupa a los lípidos en ocho clases, según la estructura de su esqueleto químicamente funcional:

  1. Ácidos grasos y moléculas relacionadas, como los icosanoides (prostaglandinas, leucotrienos, tromboxanos…) o los ésteres grasos (las ceras y las lactonas).
  2. Glicerolípidos, entre ellos los mono-, di- y triacilgliceroles.
  3. Glicerofosfolípidos (diacilglicerofosfocolinas, diacilglicerofosfoetanolaminas…).
  4. Esfingolípidos, que incluyen a la esfingosina y a los lípidos que la contienen en su estructura: ceramidas, fosfoesfingolípidos (esfingomielinas), glucoesfingolípidos (gangliósidos)…
  5. Lípidos esterólicos, como los esteroles (colesterol, fitosteroles…), los esteroides (andrógenos, estrógenos, corticoides), secosteroides (vitaminas D2 y D3), ácidos biliares…
  6. Lípidos prenólicos, que incluyen a los isoprenoides o terpenos (mentol, alcanfor, vitamina A, carotenos, xantofilas, caucho…) y a las quinonas (ubiquinonas, vitaminas E y K).
  7. Sacarolípidos, típicos de bacterias Gram negativas, que presentan un ácido graso unido directamente al esqueleto carbonado de un azúcar (pero no a través de un enlace glucosídico).
  8. Poliquétidos, entre los que figuran conocidos agentes anticancerígenos, antiparasitarios y antimicrobianos (tetraciclinas, eritromicinas…). Otros poliquétidos son potentes toxinas.

Según un criterio rigurosamente estructural, los grupos 1 y 8 deberían estar unidos en uno solo (igual ocurriría con los grupos 2 y 3, y con los 5 y 6); pero razones históricas e informáticas (para facilitar la búsqueda en bases de datos) aconsejan mantenerlos en grupos separados.

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