Los anticuerpos generados por los linfocitos B se unen a sus antígenos mediante enlaces no covalentes (de Van der Waals, hidrofóbicos o iónicos). La unión tiene lugar entre el epítopo del antígeno y el parátopo del anticuerpo, y es reversible:
Ag (antígeno) + Ac (anticuerpo) E ↔ Ag-Ac
La reacción antígeno-anticuerpo es muy específica de un determinante antigénico y tiene como finalidad la destrucción o inactivación del patógeno que portaba dicho determinante antigénico. Esta destrucción tiene lugar de diversas formas:
1. Aglutinación
Se produce al reaccionar antígenos (llamados, en este caso,
aglutinógenos) localizados en la superficie de, por ejemplo, bacterias o de virus, con anticuerpos (o
aglutininas), de forma tal que varias células queden unidas entre sí mediante moléculas de anticuerpos. Esto causa agregados [véase la ilustración siguiente] que sedimentan con facilidad y que, posteriormente, serán destruidos por los macrófagos y las células NK.
Un ejemplo característico de aglutinación se produce en la transfusión de sangre desde una persona del tipo sanguíneo A, B o AB a otra de diferente tipo sanguíneo: las aglutininas presentes en el cuerpo del receptor aglutinan los glóbulos rojos del la sangre del donador.
Izquierda: esquema de la aglutinación (en rojo, las células extrañas y en azul, los anticuerpos). Derecha: imagen tomada mediante microscopía de campo oscuro en la que se aprecia la aglutinación de bacterias del género Leptospira, causante de la leptospirosis (fuentes: http://www.biologymad.com y http://phil.cdc.gov/phi).
2. Precipitación
Algunas toxinas bacterianas y otras macromoléculas solubles incluyen varios epítopos; los anticuerpos libres en el plasma se unen a ellos, los inactivan y forman complejos tridimensionales insolubles que precipitan, lo que facilita su posterior eliminación.
3. Neutralización
Se da principalmente con los virus y, en ocasiones, con toxinas bacterianas. Los anticuerpos se unen a los epítopos localizados en la superficie del virus e impiden su unión con las células diana; por lo tanto, bloquean su capacidad infectiva.
Fuente: http://www.qb.fcen.uba.ar.
4. Opsonización
(Del griego
opso, “alimento cocinado”). Los anticuerpos recubren la superficie del patógeno y se produce un cambio conformacional en su región Fc, lo que favorece la unión de los macrófagos y neutrófilos al complejo opsonizado y su posterior fagocitosis.
Fuente: http://www.qb.fcen.uba.ar.
5. Activación del complemento
Los
inmunocomplejos (complejos formados por anticuerpos, en este caso IgM e IgG, unidos a antígenos) pueden activar, como ya se ha explicado, la vía clásica del sistema del complemento.
Fuente: http://www.qb.fcen.uba.ar.