B. Activación, proliferación y diferenciación de los linfocitos
En una segunda etapa, las células que han reconocido el antígeno son activadas y se desencadenan una serie de procesos:
- Los linfocitos TH son los primeros en activarse cuando reciben una doble señal: un antígeno unido a una proteína MHC en la membrana de una APC, y ciertas proteínas coestimuladoras que también existen en la membrana de la APC. Una vez activados, los linfocitos TH secretan interleucina 2 (IL-2) que captan los propios linfocitos TH, e induce su proliferación y diferenciación en dos tipos de células efectoras:
- Linfocitos TH1. Secretan un tipo de interferón y el denominado factor de necrosis tumoral, induciendo a los macrófagos a la eliminación de los microorganismos que han fagocitado y activando los linfocitos TC.
- Linfocitos TH2. Producen otras interleucinas (IL-4, IL-5, IL-10…) capaces de promover la secreción de anticuerpos por los linfocitos B.
Activación de los linfocitos T colaboradores (TH). (Fuente: http://faculty.plattsburgh.edu).
- La activación de los linfocitos TC requiere, además de la inducción por parte de los TH1, una doble señal aportada por la unión del antígeno a la proteína MHC de una célula infectada y por proteínas coestimuladoras. Igual que los linfocitos TH, los TC pueden secretar IL-2 que induce su propia diferenciación. Una vez activado, un linfocito TC puede destruir la célula infectada de dos formas:
- Liberando perforinas. Moléculas homólogas al factor C9 del complemento que forman poros en la superficie de la célula diana; la abertura de estos canales produce un desequilibrio osmótico que conduce a la lisis celular.
- Por activación de determinadas enzimas. Esto ocurre en la célula diana e induce la apoptosis (muerte celular programada), de forma similar a las células NK. Posteriormente, los fragmentos celulares serán fagocitados por macrófagos.
Modo de actuación de los linfocitos T citotóxicos (TC): liberación de perforinas (Fuente: http://faculty.plattsburgh.edu).
- La activación de los linfocitos B precisa casi siempre de una doble señal: el receptor BCR unido a su antígeno específico —como vemos en la ilustración 10.22, los péptidos resultantes de la degradación del antígeno se unen a moléculas MCH de clase II del linfocito B y regresan a la membrana para la presentación— y, generalmente, el reconocimiento de los complejos péptido- MHC de clase II por linfocitos TH2 previamente activados por las APC; estos linfocitos TH2 liberan citocinas que contribuyen a activar los linfocitos B.
Una vez activados, la mayoría de los linfocitos B proliferan y se diferencian en células plasmáticas, que secretan anticuerpos específicos para el mismo antígeno responsable de su activación a un ritmo de 2000 moléculas por segundo.
Esquema de la activación de los linfocitos B y formación de las células plasmáticas (Fuente: http://faculty.plattsburgh.edu).
Hay que resaltar que no todos los linfocitos activados se convierten en células efectoras que producen una respuesta. Algunos linfocitos T y B se transforman en células de memoria que, al haber proliferado y hallarse en un estado de diferenciación avanzado en comparación con los linfocitos “vírgenes”, son capaces de responder más rápida y eficazmente ante posteriores encuentros con un mismo antígeno. Además, estos linfocitos tienen la particularidad de que pueden vivir durante años (incluso tanto como el animal), siendo, pues, responsables de la respuesta secundaria (los linfocitos efectores mueren al cabo de días o semanas). Así, la superación de enfermedades infecciosas como la viruela, la hepatitis o el sarampión, potencialmente mortales, genera una memoria inmunitaria para toda la vida, evitando de esta manera posteriores infecciones. Veremos más adelante que la síntesis de vacunas se basa en este principio.
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