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Artrópodos

En los artrópodos existe una cutícula fuerte que impide la distribución de células receptoras por toda la superficie corporal, como sucede en los anélidos. Por lo tanto, en estos animales las células receptoras se han de concentrar en zonas específicas del cuerpo. Por ejemplo, poseen fotorreceptores en la porción cefálica, quimiorreceptores en los tentáculos y antenas, mecanorreceptores en los pelos o sedas de la mayor parte de los artrópodos, fonorreceptores en el tórax, en las patas (por ejemplo, en los saltamontes) y en el abdomen… En conjunto, se podría afirmar que la evolución de los órganos de los sentidos en los artrópodos ha seguido la tendencia a concentrarse, para evitar al máximo la exposición al medio externo, y a adquirir una gran diversidad tanto en número como en complejidad. Lo que es especialmente patente en los fotorreceptores, como veremos a continuación.

Imagen formada por un ojo compuesto El ojo compuesto de una mosca de la fruta (abajo) está formado por centenares o miles de omatidios, cada uno de los cuales no produce una imagen completa, sino algo parecido a un "píxel" de una imagen de un monitor de ordenador. La calidad de la imagen dependerá del número de omatidios: para que un artrópodo captara imágenes con la misma resolución que nuestros ojos (arriba a la izquierda) le harían falta millones de omatidios. Pero tantos omatidios –dado que han de tener un tamaño mínimo impuesto por las leyes de la óptica– requerirían un ojo de ¡veinticuatro metros de diámetro! Por esta razón, los artrópodos producen imágenes fijas de baja resolución (arriba, a la derecha). A cambio, los ojos compuestos son mucho más eficientes que los nuestros a la hora de captar cambios  en lo que ven: para un artrópodo, una película de cine sería solo una aburrida secuencia de imágenes fijas.


Muchos artrópodos, como los crustáceos e insectos, tienen ojos compuestos con miles de omatidios dispuestos radialmente (véanse las ilustraciones). Cada omatidio está formado por una córnea clara y externa debajo de la cual se advierte un cristalino que enfoca la luz sobre el extremo del elemento sensible a los estímulos luminosos; éste está formado por ocho células retinianas que responden como un ojo completo, aunque abarca solo una fracción restringida del campo visual.

En un ojo compuesto se pueden formar dos tipos de imágenes:

  1. Imágenes por superposición, cuando las células sensibles a la luz de cada omatidio recogen también la luz que atraviesa la lente de los omatidios vecinos. En este caso se forma una imagen muy pobre, parecida a una mala fotografía compuesta por una serie de grandes puntos; pero que capta muy bien el desplazamiento de los objetos, pues cualquier movimiento cambia la cantidad de luz que cae sobre uno o varios omatidios.

  2. Imágenes por aposición, cuando cada omatidio responde a la luz individualmente; se forma entonces una imagen en mosaico (de tantos "píxeles" como omatidios haya) bastante más nítida.

Cabeza de abeja

Cabeza de una abeja cortadora de hojas vista al microscopio electrónico, en la que se aprecian los ojos compuestos laterales y los ocelos centrales.
 
 
 

La mayoría de los insectos también tienen ocelos en la parte superior de la cabeza (derecha), característicamente dispuestos en forma de triángulo; no pueden captar imágenes, sino simples cambios de iluminación.

En cuanto al sistema nervioso, es en general semejante al de anélidos, aunque se pueden definir las dos consabidas tendencias:

  • Cefalización. Por un lado, se aprecia una concentración de ganglios para formar estructuras más complejas, o incluso la supresión de algunos ganglios y el engrosamiento de otros, lo que representa un mayor de grado de cefalización.

    En algunos grupos, como en los crustáceos, los ganglios cerebrales y subesofágicos se fusionan para formar un cerebro (véase la ilustración más abajo). En este caso, la estructura del cerebro se parece mucho a la de los ganglios, ya que el cerebro es, en realidad, el resultado de la fusión de tres ganglios cefálicos relacionados, respectivamente, con el sistema visual, con las antenas (dotadas de función olfativa) y con el aparato labial. En los insectos, los ganglios cerebrales y subesofágicos se mantienen independientes.

  • Centralización. En los insectos es típica la presencia de un cordón ventral con tres pares de ganglios torácicos y seis abdominales; el último par inerva los restantes segmentos abdominales. Sin embargo, se puede observar que, en general, los ganglios de la cadena nerviosa ventral tienden a desplazarse hacia delante y a fusionarse, por lo que los nervios periféricos, que se dirigen a las partes más alejadas del organismo, se alargan para compensar la nueva posición de los ganglios.

Sistema nervioso de un saltamontes
Sistema nervioso de un saltamontes

Asimismo podemos notar que los ganglios de los apéndices móviles, de tamaño y número variables en los diferentes grupos, son bastante más grandes que los correspondientes al resto de los segmentos metaméricos del cuerpo.

En los artrópodos existen neuronas gigantes, al igual que en anélidos y moluscos, y también están relacionadas con los mecanismos de huida. Además de respuestas predeterminadas, encontramos en este grupo otras muy complejas y elaboradas, siendo capaces de discriminar y de aprender.

Para saber más...

Estructura de un ojo compuesto
Estructura de un ojo compuesto. La superficie facetada refleja la disposición de las unidades llamadas omatidios, cada una provista de células de la retínula con numerosos microvilli que forman el rabdoma donde se encuentran los pigmentos visuales.

 

En la visión por superposición, la contracción de las células pigmentadas permite el paso de la luz a los omatidios contiguos. En aposición, esas células impiden que eso ocurra y sólo es estimulado un omatidio.

Tipos de visión en ojos compuestos

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