1. Las grandes potencias europeas
El sistema de Congresos que quedó instaurado en 1815 debía eliminar teóricamente los conflictos futuros entre europeos. Los intereses expansionistas de los imperios austriaco y ruso fijaron su atención en el imperio turco y, en concreto, en la zona de los Balcanes donde propiciaron el movimiento nacionalista griego. La independecia de Grecia benefició particularmente a Rusia que obtuvo una cabeza de puente hacia el Mediterráneo desde el mar Negro. Para pasar a través de los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos Rusia necesitaba el permiso turco. Por ello desencadenó la llamada Cuestión de Oriente, con el propósito encubierto de expulsar a los turcos de Europa. El Imperio Austriaco, que quería construir un gran ferrocarril desde Viena a la ciudad griega de Salónica, no estaban dispuestos a dejar que la zona quedara bajo exclusivo control ruso. En 1853 estalló entre Rusia y Turquía la guerra de Crimea (1853-1856). Rusia fue derrotada porque Francia (que ya tenía intereses coloniales en el norte de África), Gran Bretaña y el joven reino del Piamonte-Cerdeña sostuvieron al Imperio turco. Turquia fue obligada a desprenderse de algunos territorios de la zona balcánica y a reconocer la independencia de Rumania. Napoleón III de Francia se convirtió en árbitro de las relaciones internacionales de Europa y apoyó los movimientos nacionalistas de los italianos en contra de los austriacos. Su papel de líder europeo le fue disputado por el canciller alemán Otto von Bismarck que se lo arrebató en 1870 con la derrota francesa en Sedán. Además, hubo que buscar nuevos mercados exteriores donde aprovisionarse de materias primas y a donde vender lo producido. Finalmente, el deseo de prestigio, en un contexto marcadamente nacionalista, determinó que los países europeos se repartieran el mundo en una etapa histórica que llamamos Colonialismo. |
Autor: José Antón Hernández |
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