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La religión griega

La religión griega no es comparable a las religiones monoteístas modernas. Los griegos creían en numerosas divinidades, que no eran inmateriales, sino antropomorfas. Tenían cuerpo, rostro y vestido iguales a los de los mortales; sólo que eran más altos, más hermosos y felices. No eran dioses eternos, sino que todos ellos habían nacido (su nacimiento se describe en las Teogonías), aunque eran inmortales y siempre jóvenes. Los dioses tampoco eran creadores del mundo. La idea de que eran justos fue imponiéndose poco a poco, sobre todo entre poetas y filósofos. Inicialmente se trataba de personajes caprichosos y envidiosos, que hacían a los hombres víctimas de sus cambios de humor, de sus enfados o de sus preferencias.

Los griegos nunca tuvieron un libro sagrado, ni un profeta o teólogo que estableciera dogmas permanentes. Son los poetas los que codificaron creen­cias antes dispersas y ejercieron influjo sobre los creyentes. Tampoco hay cuerpo sacerdotal, sino que son los ciudadanos los que se encargan de los ritos. Todo ello nos presenta un cuadro de libertad en la religión griega muy poco similar al de las religiones modernas.

Los dioses principales vivían en el Olimpo, por lo que se le llama "religión olímpica". Pero junto a estos dioses hay una serie de divinidades, propias de una religiosidad más popular, que se relacionan con fuerzas naturales. Son dioses colectivos, como las Ninfas, los Sátiros o los Silenos. Por último, hemos de añadir a estas manifestaciones religiosas las llamadas  religiones mistéricas o de iniciación, que se ocupan del destino del alma, como los misterios de Eleusis, el Orfismo o los cultos de la Magna Mater.

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