3. Las rocas metamórficas
Como acabamos de ver, el naturalista Hall imitó los procesos naturales para transformar rocas preexistentes —de igual modo se obtienen materiales duros y muy resistentes (azulejos, ladrillos, tejas…), por medio del calentamiento de la arcilla a altas temperatura—. En todos estos ejemplos estamos transformando la estructura y la composición mineralógica de unos materiales rocosos preexistentes sin llegar a fundirlos; este proceso recibe el nombre de metamorfismo.
Todos los minerales se forman a determinadas condiciones de presión y temperatura bajo las cuales son estables, esto es, están en equilibrio fisicoquímico; pero si esas condiciones cambian, también lo hacen los minerales. Y vale la pena recordar que ya hemos estudiado procesos en los que tenía lugar esta reestructuración; por ejemplo, la meteorización de las rocas formadas bajo condiciones de presión y temperatura elevadas.
En cierto modo, el metamorfismo es el fenómeno opuesto: ahora van a ser rocas y minerales estables en condiciones generalmente “suaves” los que experimentarán múltiples alteraciones (recristalizaciones, cambios polimórficos…) como consecuencia de, por ejemplo, su enterramiento o su calentamiento, que se mantendrán hasta que se llegue a un nuevo estado de equilibrio.
El metamorfismo presenta dos carasterísticas importantes:
Engloba procesos en estado sólido, con muy pocas fases volátiles involucradas (principalmente agua y dióxido de carbono); se excluyen, por tanto, la fusión o disolución total o parcial de las rocas (que, como veremos posteriormente, son propios del magmatismo).
El proceso es isoquímico; es decir, durante el proceso no se produce ganancia ni pérdida de elementos químicos en cantidades importantes o apreciables; por lo tanto, la composición química volumétrica de la roca es invariable, y las nuevas especies minerales (especies neoformadas) estarán condicionadas por la química original.
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