2.2. La guerra y la revolución

La división dentro del bando republicano, entre los partidarios de ganar la guerra como objetivo fundamental y las organizaciones que se planteaban la revolución como objetivo prioritario, fue patente durante toda la guerra. Este fue uno de los motivos principales de la victoria franquista.

Entre julio y octubre de 1936, especialmente después de que se distribuyeran armas entre las organizaciones populares, se desencadenó un proceso revolucionario espontáneo, con lo que el poder se fue fragmentando entre milicias, comités, juntas de defensa, etc., con ausencia de un mando unificado.

Algunos de estos grupos tuvieron un papel muy significativo en la represión de cuantas personas consideraban traidoras a la República, y también destacaron por su anticlericalismo feroz.

Uno de los objetivos no bien resueltos por la II República fue la reforma agraria. Por eso entre los primeros actos de la revolución espontánea al comenzar la guerra estuvo el reparto de tierras y la confiscación de las industrias. Las colectivizaciones de las industrias y servicios se produjeron en Valencia, Madrid, Asturias y Cataluña. E

Las diferencias entre los gobiernos del Frente Popular y los partidarios de la revolución social se concretaron en dos facciones diferenciadas: comunistas, socialistas, republicanos y nacionalistas defendían como objetivo prioritario ganar la guerra y posponer la revolución, y la CNT-FAI (anarquistas), los comunistas del POUM y los seguidores   de   Largo   Caballero (socialistas  de  la  UGT)  proponían simultanear la guerra y la revolución considerando esta última como prioritaria. La división ocasionó muchos conflictos, que se evidenciaron en los llamados hechos de Mayo de 1937 en Cataluña. La consecuencia fundamental de estos enfrentamientos fue la caída del gobierno de Largo Caballero. Ello supuso el predominio de las ideas comunistas en el gobierno de la República y la imposición de la estrategia de ganar la guerra como prioridad.