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1.1. La monarquía absoluta.

   El sistema político vigente en el siglo XVIII era la monarquía absoluta que estaba fundamentada sobre una dinastía elegida directamente por Dios para asumir la soberanía y desempeñar las tareas de gobierno. 

   No obstante, existían instituciones medievales (cortes, parlamento, estados generales) y leyes antiguas que podían poner limitaciones al ejercicio del gobierno real.

    El origen divino de la soberanía real determinaba un vínculo estrecho entre el Trono y la Iglesia y justificaba  que todos los súbditos de un reino estuvieran obligados a practicar la misma religión de su soberano (estados confesionales).

   En el siglo XVIII el continente europeo estaba organizado en grandes estados territoriales e imperios que incluían en su seno poblaciones muy variadas, que sólo tenían en común entre ellas la obediencia al mismo soberano. ticos y parlamentarios, y la República de Venecia.

   Fuera de Europa, el resto del planeta estaba todavía por explorar.

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