Los procesos de excreción
Puesto que confiar la excreción únicamente al flujo osmótico a través de las acuaporinas crea nuevas dificultades, la evolución ha desarrollado una estrategia diferente. Consiste en extraer de la sangre o la hemolinfa una cantidad enorme de líquido extracelular; buena parte de él (hasta un 99 por ciento) será reabsorbida de nuevo por el organismo, dejando fuera el excedente de agua y sales, la urea y todas las sustancias que no debe retener.
En definitiva, la excreción incluirá tres procesos:
Los fluidos corporales se filtran a través de un epitelio con una sola capa de células. El proceso se ve favorecido por la presión de los fluidos, por ejemplo la presión sanguínea en los vertebrados. El tamiz no es demasiado fino, y prácticamente las únicas partículas que quedan retenidas son células individuales y proteínas; el resto de las sustancias –incluidas muchas que se han de eliminar, como la urea, pero también otras que resultan útiles para el organismo– formarán parte del líquido filtrado, cuya composición será muy parecida a la de la linfa y al que podemos llamar orina inicial.
Una parte de la orina inicial formada por filtración se reabsorbe a través de las células epiteliales que tapizan las paredes de un largo tubo que la conducirá al exterior. El proceso ha de concluir lo más rápidamente posible, de modo que las sustancias que hay que conservar se reintegren a los fluidos corporales sin que, por ejemplo, la urea tenga tiempo de seguirlas (en este tramo del aparato excretor la urea carece de transportadores propios, pero puede difundir, si bien más lentamente que el agua, a través de las acuaporinas); de esta manera se llega al mismo resultado que se habría obtenido con el aparato excretor ideal, pero dando un rodeo (destinado, repitámoslo, a compensar el “olvido” que cometió la naturaleza al no fabricar bombas de agua).
Los animales acuáticos reabsorben principalmente sales, proceso que implica un consumo importante de energía, y la orina resultante es más diluida (hipotónica) que los fluidos corporales –en los invertebrados marinos suele ser isotónica–; en cambio, los terrestres reabsorben sobre todo agua, y producen siempre una orina concentrada (hipertónica).
Es la cesión de las sustancias clasificadas como “de desecho” (sobre todo principios activos tóxicos de vegetales, productos fermentados que las plantas y los hongos fabrican para limitar su consumo y medicamentos) desde los fluidos corporales a la orina –que se convierte así en la orina final– o directamente al exterior, en zonas alejadas del cuerpo (branquias, piel…). Así, mediante la secreción se controla la concentración de fluidos corporales.
La secreción y la absorción son procesos básicamente iguales pero que operan en direcciones opuestas; no obstante, no suelen ocurrir simultáneamente y las sustancias secretadas pueden ser muy diferentes a las reabsorbidas.
La liberación de la orina final puede hacerse de una manera continua o puede acumularse en una vejiga urinaria. En muchos casos el aparato excretor desemboca directamente en el exterior, pero en otras ocasiones desemboca en la cloaca (cavidad en la que también liberan sus productos el aparato reproductor y el digestivo), o en el tramo final del aparato digestivo. En los casos en los que la orina se almacena, está es expulsada al exterior de forma intermitente.
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