El aparato excretor
En principio, un aparato excretor ideal podría consistir simplemente en una cámara comunicada con el entorno del organismo y revestida de células epiteliales. Éstas deberían poseer toda suerte de bombas, esto es, de proteínas de la membrana plasmática que consumen energía para transportar activamente agua, iones, urea y demás solutos sobrantes desde los fluidos corporales hasta la cavidad de la cámara; de ahí, serían evacuados al exterior.
Desgraciadamente, la naturaleza ha inventado todas las bombas precisas… excepto la de agua. Según descubrió en 1991 el médico estadounidense Peter Agre, un buen número de células están equipadas con unas proteínas en forma de canal llamadas acuaporinas, a través de las cuales el agua fluye en el sentido prescrito por las fuerzas osmóticas. Pero si en el esquema que más arriba calificábamos de ideal nos limitamos a sustituir las bombas de agua por acuaporinas, un pez, por ejemplo, jamás podría desprenderse activamente del agua sobrante. Para lograrlo tendría primero que bombear algún soluto, como cloruro sódico, hacia el interior de la cámara que sirve de aparato excretor; el agua le seguirá entonces pasivamente a través de las acuaporinas para compensar la elevada osmolaridad creada en la vecindad del organismo.
Representación de un canal de agua formado por acuaporinas en la membrana plasmatica
Obra publicada con Licencia Creative Commons Reconocimiento No comercial Compartir igual 4.0