1.2. La reducción del dióxido de carbono
Si la formación de O2 nada tiene que ver con el CO2, ¿qué ocurre con este último? Para averiguarlo era necesario marcar, no el oxígeno, sino el carbono. En 1946, los químicos estadounidenses Melvin Ellis Calvin (1911-1997), Andrew Alm Benson (n. 1917) y James Alan Bassham (n. 1922) iluminaron una suspensión del alga Chlorella en presencia de 14CO2, esto es, de CO2 con el isótopo del carbono 14C; este isótopo posee una masa atómica superior a la del isótopo ordinario (12C) y es, además, radiactivo. Al poco tiempo mataron las células para detener las reacciones enzimáticas, separaron los compuestos celulares mediante cromatografía en papel y presionaron el papel contra una película fotográfica, que se oscureció en las zonas donde había manchas radiactivas. Con esta técnica, llamada autorradiografía, observaron que, a los 5 segundos de exposición al 14CO2, el 90 por ciento del carbono radiactivo estaba en una sola mancha (ilustración siguiente); tras analizarla, resultó ser 3-fosfoglicerato (PGA), es decir, ¡el mismo compuesto que aparecía en la glucólisis!
La cromatografía en papel permite separar una compleja mezcla de sustancias gracias a que se desplazan a distinta velocidad en un papel de filtro con un disolvente. Si se aplica esta técnica a algas expuestas a 14CO2 durante 5 segundos, el carbono radiactivo se detecta solo en un compuesto, pero si se dejan transcurrir 60 segundos el compuesto inicial ha reaccionado, originando otros (fuente: ASH).
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