Las familias de palabras
Llamamos "familias de palabras" (podríamos llamarlas, de modo más científico "sistemas léxicos") a los grupos de palabras que comparten un lexema.
Un mismo lexema puede:
- formar nombres, adjetivos, verbos o adverbios, tomando las desinencias propias de cada una de estas clases de palabras,
- recibir diversos prefijos o sufijos que modifican su significado o
- combinarse con otro u otros lexemas para formar palabras compuestas.
Por ejemplo, el lexema español tem- :
- mediante el añadido de desinencias verbales puede formar un verbo: temer,
- mediante el añadido de sufijos de derivación y desinencias nominales:
- sustantivos, como temor,
- adjetivos como temeroso o temible o
- adverbios como temiblemente.
Una palabra desconocida puede ser identificada si se conoce su lexema y su sufijo de derivación.
Si nos encontráramos con un término que supuestamente no hubiéramos oído nunca, como alunizar, podríamos adivinar su significado, si sabemos la relación de derivación que existe entre aterrizar y tierra y conocemos el significado de la palabra luna.
Veamos un ejemplo de familia de palabras:
στρατός -οῦ es ‘ejército’ (también στρατιά, -ᾶς).
- con el sufijo -ια, στρατεία significa ‘expedición militar’.
- con el sufijo -ιος se forma el adjetivo στράτιος ‘guerrero’.
- con el sufijo -εύω se forma el verbo στρατεύω que significa ‘participar en una campaña militar’.
- pueden formarse numerosos compuestos:
- con el lexema de ἄρχω ‘mandar’: στρατ-αρχέω ‘comandar el ejército’, στρατ-άρχης ‘comandante del ejército’
- con el lexema de ἄγω ‘conducir’ στρατ-ηγός ‘general’, στρατ-ηγέω ‘ser general’ (dispuestos en orden inverso, ἀγέστρατος ‘que conduce el ejército’).
Recuerda
Cuadro de las unidades menores que la palabra:
- Morfemas léxicos o lexemas
- Morfemas gramaticales:
- flexivos o desinenciales
- derivativos o afijos
- prefijos
- sufijos
- infijos
Se llaman familias de palabras a las que comparten un lexema.
Para saber más
Respecto a las palabras derivadas de un mismo lexema (familia de palabras) podemos encontrarnos algunos problemas:
- Los derivados pueden haberse producido en una etapa anterior de la historia de la lengua y, debido a la evolución de ésta, ser irregulares. Por ejemplo:
pernera no deriva de la palabra pierna (de ser así, tendríamos piernera), sino de *perna antepasada de la palabra pierna. La e breve latina acentuada pasó a ie, por lo que perna dio pierna mientras que en pernera, la e no se alteró porque no estaba acentuada.
- Los derivados pueden ser sobre palabras cultas, mientras las palabras básicas pueden ser sobre la forma patrimonial. Por ejemplo:
se dice lleno (que ha seguido la evolución latina pl > ll), pero plenitud, palabra culta en que el grupo pl no se ha alterado. O incluso palabras completamente distintas que han sustituido a la antigua. Así infantil es un derivado sobre infante, pero infantil significa ‘relativo a los niños’, mientras que infante, que era la palabra de la que derivaba infantil, ha quedado reservado a los significados de ‘soldado de a pie’ o de ‘hijo del rey que no es el primer heredero de la corona’.
- El problema mayor es que la regularidad de los sistemas léxicos es mucho menor que la de los sistemas morfológicos. Su carácter es sumamente defectivo e imprevisible. No es predecible qué sufijos se realizan realmente, ni sus valores semánticos son siempre los mismos. No podríamos generar por ordenador vocabulario a base de tomar un lexema determinado, y añadir los diferentes sufijos para obtener mecánicamente lexema + sufijo = derivado con un sentido preciso. Cada palabra actualiza el valor del sufijo de una manera peculiar, que depende del lexema, de la historia de la palabra, del sistema léxico en que se integra.
Así, en español, tenemos una serie de palabras como el verbo perder:
- el nombre de agente perdedor
- dos nombres de acción pérdida y perdición, no existiendo *perdimiento.
Junto a esta serie tenemos la del verbo prender, :
- el nombre de agente prendedor (que se dice más bien de un objeto, no de personas)
- no existen los nombres de acción *préndida, ni *prendición pero sí prendimiento,
- un nombre de objeto prendido ‘cosa que se prende’.
Por su parte, junto al verbo comer existe:
- el nombre de agente comedor (usado también para designar el ‘lugar donde se come’) que alterna con una variante expresiva comilón
- el nombre de acción (y efecto) es comida no existiendo ni *comición ni *comimiento.
- El compuesto reconcomerse tiene como nombre de acción reconcomio.
Por último, del verbo coger tenemos:
- un antiguo nombre de acción cogedor (que se ha especializado prácticamente para el instrumento que sirve para recoger lo que se barre),
- el nombre de acción cogida (especializado en el lenguaje taurino, mientras que el compuesto recogida es de uso normal), no *cogimiento (que sí existe en el compuesto recogimiento).
Esta imposibilidad de predecir los derivados es precisamente una de las cruces de quien aprende un idioma. En griego jugamos con la ventaja de que no tendremos que formar palabras nuevas sino conocer el valor de los sufijos y a partir de este, deducir el significado de la palabra griega.
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