El origen de la vida
Como ya estudiamos en primero de bachillerato, el científico ruso Alexander Oparin (1894-1980) y el genetista británico J.B.S. Haldane (1892-1964) propusieron la teoría sobre una evolución molecular abiogénica de los seres vivos.
Según esta teoría, la primitiva atmósfera carecía de oxígeno y estaba formada por gases como el metano, el amoníaco y el vapor de agua. La radiación ultravioleta proveniente del Sol era intensa, y fuertes relámpagos se producían en la propia atmósfera; por efecto de estas energías, los gases empezaron a reaccionar entre sí dando lugar a pequeñas moléculas orgánicas.
Al mismo tiempo la Tierra empezó a enfriarse, lo que condujo a la condensación del vapor de agua atmosférico y su posterior precipitación; estas lluvias arrastraron las moléculas de la atmósfera hacia los mares que se iban formando. Las moléculas orgánicas se concentraron en los cálidos mares primitivos —Oparin llamó caldo nutritivo o sopa primordial a estos mares someros especialmente cargados de sustancias orgánicas— y aparecieran nuevas moléculas orgánicas cada vez más complejas. Algunas de esas moléculas se unieron constituyendo unas entidades individualizadas con forma de pequeñas esferas llamadas coacervados, dotadas de un metabolismo rudimentario, pero lejos aún de las células más primitivas.
Experimento de Miller-Urey. En el compartimento “atmósfera” se reproducen las condiciones de la atmósfera primitiva. En el compartimento “océano” se sintetizan compuestos orgánicos (fuente: http:// en.wikipedia.org/wiki). |
El proceso continuó hasta que apareció una molécula que fue capaz de dejar copias de sí misma, es decir, algo parecido a reproducirse; esta molécula sería similar a un ácido nucleico. Los coacervados que tenían “el ácido nucleico” empezaron a mantenerse en el medio aislándose para no reaccionar con otras moléculas, y finalmente empezarían a intercambiar materia y energía con el medio, dando lugar a primitivas células (que se desarrollaron en mares tranquilos y cálidos protegidos por el agua de la intensa radiación ultravioleta).
Desgraciadamente, el soporte experimental de este modelo es muy endeble. En 1953, Stanley Miller (1930-2007) y Harold Urey (1893-1981) reprodujeron en el laboratorio parte de las condiciones ambientales y demostraron que es posible la síntesis abiótica de algunas biomoléculas, como ciertos aminoácidos; pero nunca se han detectado nucleótidos en este tipo de experimentos. La evolución abiótica de las moléculas a los coacervados ha sido confirmada experimentalmente, pero el tránsito de estos hasta el primer ser vivo es totalmente desconocido; solo podemos elaborar hipótesis más o menos verosímiles, ya que los fósiles más antiguos que conocemos son muy posteriores a las primeras formas de vida sobre la Tierra.
Obra publicada con Licencia Creative Commons Reconocimiento No comercial Compartir igual 4.0