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Tejidos y órganos en los vegetales

Aunque las plantas son organismos pluricelulares, en los vegetales podemos distinguir dos tipos de niveles de organización:

  1. Nivel talofítico

    Partes de un musgo

    Mnium es un género de musgos típico de los bosques y de las proximidades de arroyos de nuestro país.

    Las briofitas (como por ejemplo, los musgos) carecen de tejidos conductores, no presentan raíces, tallos y hojas verdaderas, sino un cuerpo vegetativo formado por células que no llegan a constituir un tejido. Así, las raíces que presentan se denominan rizoides, el tallito cauloide y las hojitas filoides (figura derecha). Estas plantas crecen abundantemente en lugares sombríos y húmedos, formando almohadillas verdes sobre las rocas, cortezas de árboles, el suelo y aun dentro del agua corriente o estancada. Aunque resisten bien la seguía necesitan para vivir y reproducirse un ambiente cargado de humedad. Son, junto a los líquenes (simbiosis entre un alga y un hongo), los primeros colonizadores del ambiente terrestre. Contribuyen a formar el suelo donde más tarde se instalarán otros vegetales, por lo que tienen gran importancia ecológica.

  2. Nivel cormofítico

    Es el propio de plantas que han alcanzado un mayor grado de diferenciación y que poseen adaptaciones específicas a la vida terrestre. Presentan tejidos especializados (que estudiaremos a continuación) destinados al sostén y a la protección de su superficie, así como a la absorción, conducción y eliminación de agua. El aspecto externo de la planta, así como su estructura interna, es un fiel reflejo de la disposición de los tejidos y, por tanto, de sus órganos.

    Las plantas cormofitas se llaman así porque presentan una estructura tipo cormo, es decir, presentan auténticas raíces, tallos y hojas provistos de haces vasculares (agrupaciones de vasos conductores). Esta estructura es típica de los helechos (pteridófitos) y de las plantas con flores (fanerógamas) que estudiaremos posteriormente.

Vemos, pues, que la estructura de las plantas está condicionada a su adaptación al medio terrestre, y eso conlleva una serie de necesidades diferentes, tales como:

  • La limitación de las pérdidas de agua, ya que en el medio en el que desarrollan su vida esta sustancia es escasa.

  • La absorción, conducción y eliminación del agua procedente del suelo.

  • El aumento de la solidez y resistencia del cuerpo vegetativo de la planta que, además, tiene que mantenerse erguida en el aire.

Estas exigencias que impone el entorno no dejan mucho margen para lujos tales como que todas las células hagan lo mismo, por lo que una planta terrestre requiere la formación de tejidos con células especializadas en afrontar los nuevos retos que se plantean.

¿Cómo aparecen distintos tejidos a partir de una única célula –el cigoto– que se divide mediante mitosis sucesivas? La explicación radica en la pérdida de potencialidad, es decir, del número de clases de células en las que puede diferenciarse una célula dada. Las células del embrión poseen una gran potencialidad, y pueden originar cualquier clase de célula del cuerpo; son, pues, pluripotenciales. Sin embargo, sus divisiones posteriores y su consiguiente diferenciación conducen a la pérdida progresiva de potencialidad. Cuanto más avanzada sea la especialización de una célula menos posibilidad tendrá de “desdiferenciarse” y tomar un camino diferente. Todos los tejidos derivados de esa célula diferenciada llevarán el sello de su especialización: estaremos ante una clase fundamental de tejidos.

Entre los tejidos vegetales se distinguen los tejidos embrionarios o meristemos, indiferenciados, y los tejidos definitivos o adultos (todos los demás) que se originan a partir de aquéllos, más especializados, y que en ocasiones han de morir y perder su citoplasma para poder desempeñar su función:

Clasificación de los tejidos vegetales

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