Lectura: Monólogo de Medea sobre la condición de la mujer
Actividad de lectura
El autor
Eurípides nació en Salamina hacia el año 485 a. C. y murió en Macedonia en 406 a. C.
Fue autor trágico, poco reconocido por sus conciudadanos, pero sus obras gozaron del reconocimiento de la posteridad. Conservamos dieciocho obras suyas. Es muy crítico con los aspectos tradicionales de la cultura ateniense.
La obra
Este monólogo de Medea pertenece a la tragedia del mismo nombre. Se estrenó en Atenas en el año 431 a. C., año en el que se inició la Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta. La acción se sitúa en Corinto, ciudad promotora del conflicto, donde se habían instalado Jasón y Medea, después de haber matado al tío de Jasón, Pelias.
Jasón se casa con Glauce, hija del rey de Corinto, Creonte. Éste ordena a Medea abandonar la ciudad. Medea obtiene de Creonte un día de plazo antes de su partida y en él planea la muerte de Glauce, de su padre Creonte y el asesinato de sus propios hijos, todo ello como venganza por la ofensa que le había infligido Jasón al abandonarla y casarse con otra mujer.
El texto
El texto que vas a leer es, en sentido estricto, una reflexión dirigida al coro de mujeres corintias. En él la protagonista de la tragedia critica la situación de la mujer en comparación con la del hombre, hace reproches a las mujeres de Corinto, alegando que su situación no es comparable a la de ellas, pues las mujeres del coro están en su ciudad, en la casa paterna y tienen una vida cómoda. Ella, por el contrario, está sola, sin patria, ultrajada en una tierra extranjera. Lo único que busca es el silencio de las mujeres de Corinto, en el caso de que ella encuentre una forma de venganza por los ultrajes que está sufriendo por parte de su marido.
Mujeres corintias, he salido de mi casa para evitar vuestros reproches, pues yo conozco a muchos hombres soberbios de natural –a unos los he visto con mis propios ojos, y otros son ajenos a la casa– que, por su tranquilidad, han adquirido mala fama de indiferencia.
Es evidente que la justicia no reside en los ojos de los mortales, cuando, antes de haber sondeado con claridad el temperamento de un hombre, odian sólo con la vista, sin haber recibido ultraje alguno. El extranjero debe adaptarse a la ciudad, y no alabo al ciudadano de talante altanero que es molesto para sus conciudadanos por su insensibilidad. En cuanto a mí, este acontecimiento inesperado que se me ha venido encima me ha partido el alma. Todo ha acabado para mí y, habiendo perdido la alegría de vivir, deseo la muerte, amigas, pues el que lo era todo para mí, no lo sabéis bien, mi esposo, ha resultado ser el más malvado de los hombres.
De todo lo que tiene vida y pensamiento, nosotras las mujeres, somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo, o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo. Y cuando una se encuentra en medio de costumbres y leyes nuevas, hay que ser adivina, aunque no lo haya aprendido en casa, para saber cuál es el mejor modo de comportarse con su compañero de lecho. Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el éxito y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero, si no, mejor es morir. Un hombre, cuando le resulta molesto vivir con los suyos, sale fuera de casa y calma el disgusto de su corazón yendo a ver a algún amigo o compañero de edad. Nosotras, en cambio, tenemos necesariamente que mirar a un solo ser. Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. ¡Necios! Preferiría tres veces estar a pie firme con un escudo, que dar a luz una sola vez.
Pero el mismo razonamiento no es válido para ti y para mí. Tú tienes aquí una ciudad, una casa paterna, una vida cómoda y la compañía de tus amigos. Yo, en cambio, sola y sin patria, recibo los ultrajes de un hombre que me ha arrebatado como botín de una tierra extranjera, sin madre, sin hermano, sin pariente en que pueda encontrar otro abrigo a mi desgracia. Pues bien, sólo quiero obtener de ti lo siguiente: si yo descubro alguna salida, algún medio para hacer pagar a mi esposo el castigo que merece, a quien le ha concedido su hija y a quien ha tomado por esposa, cállate. Una mujer suele estar llena de temor y es cobarde para contemplar la lucha y el hierro, pero, cuando ve
lesionados los derechos de su lecho, no hay otra mente más asesina.
Eurípides, Medea 214-266.
(Trad. de A. Medina González, Madrid, Gredos, 1977)
- Averigua en Internet o en un diccionario mitológico quién era Medea, de dónde procede y por qué se casó con Jasón.
- ¿Cuántos párrafos tiene el fragmento anterior? Resume por escrito cada uno de ellos.
- Compara la situación de la mujer descrita por Medea con la situación legal de la mujer en España.
- ¿Crees que la situación de la mujer descrita por Medea se puede equiparar a la que se da en algunos países actuales? Razona y documenta tu respuesta.