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3.1. El argumento del diseño y la evolución por selección natural

¿Por qué existen organismos tan complejos? La respuesta obvia es que los han engendrado otros organismos de la misma especie, igual de complejos. Entonces, ¿cuál es la razón de la existencia de esa especie… o de cualquier otra, incluida la nuestra?

Es sorprendente el número de personas que, incluso hoy en día, no solo ignoran la respuesta a tan profundo problema, sino que realmente desconocen que exista un problema. Se trata, en breve, del problema de la complejidad biológica, absolutamente inmensa, que da la impresión de haber sido diseñada con un propósito (ver, volar, nadar…). En su célebre Teología natural (1802), el clérigo anglicano William Paley (1743-1805) explicaba que la precisión de las piezas de un reloj y la complejidad de su montaje invitan a pensar que ha sido diseñado por un ser inteligente (el relojero); pero un organismo es muchísimo más complejo que un reloj, así que debe haber sido diseñado por una inteligencia aún mayor (Dios), que ha dispuesto sus partes para asegurar su exquisita adaptación al entorno. Este es el argumento del diseño.

Aunque filósofos como el escocés David Hume (1711-1776) habían realizado una crítica demoledora de este argumento como prueba de la existencia de Dios, nadie ofreció una explicación alternativa al aparente diseño de los seres vivos hasta 1859, fecha en que el naturalista británico Charles Robert Darwin (1809-1882) publicó la primera edición de su más afamado libro, El origen de las especies. Pese a ser un confeso admirador de Paley, Darwin se esforzó, sin embargo, en “dar la vuelta” a sus argumentos:

  • En primer lugar, el énfasis de Paley en la perfecta adaptación de las especies choca con la realidad de una naturaleza llena de defectos y órganos vestigiales que solo se pueden interpretar como reliquias del pasado (véase la ilustración siguiente). Dicho de otro modo, las especies han evolucionado y la naturaleza, en palabras del biólogo François Jacob, “no trabaja como un ingeniero, sino como un chapucero… que aprovecha todo lo que encuentra a su alrededor para obtener algún objeto que sea útil”.

     

    El problema de la complejidad del ojo   La débil conexión entre la retina y la cara posterior del ojo (con el correspondiente peligro de desprendimiento) demuestra que no es obra de un ingeniero competente, sino resultado de una evolución que se limita a modificar estructuras ya existentes con anterioridad. (Fuente: ftp://ftp.nei.nih. gov).

     

  • Pese a lo dicho, Darwin aceptó que, en realidad, las adaptaciones predominan sobre las imperfecciones, como afirmaba Paley; pero no por las razones aducidas por el teólogo, sino exactamente por las contrarias. En pocas palabras, las adaptaciones que exhiben los organismos no son el resultado de un diseño deliberado, sino un “efecto colateral” de la lucha por su propio beneficio (entendiendo por tal la posibilidad de tener más hijos que puedan, a su vez, seguir reproduciéndose): los que por casualidad estén mejor adaptados —aquellos que utilicen los recursos más eficazmente o se protejan mejor frente a los depredadores o los rigores climáticos— gozarán en general de mejor salud y vivirán más, por lo que podrán dedicar más tiempo y energía a la tarea de reproducirse (en terminología moderna, tendrán más eficacia biológica); si sus descendientes heredan esos rasgos que les vuelven más “eficaces”, su proporción aumentará generación tras generación. Este es el proceso de la selección natural.
    [ver ilustración↓].
Modelo de evolución por selección natural. Difiere de la selección artificial en que lo único que se "selecciona" directamente es la mayor eficacia biológica de unos individuos (los que más aportan a la siguiente generación de reproductores); los demás rasgos serán seleccionados en la medida en que contribuyan a la eficacia biológica (fuentes: http://commons. wikimedia.org/wiki y ASH).

Modelo de evolución por selección natural
 

No se debe pensar que la selección natural es una mera fuerza negativa, que se limita a eliminar las variantes peor adaptadas de una población; de hecho, Darwin le otorgaba un papel mucho más positivo, capaz de forjar novedades evolutivas —de crear individuos bien adaptados además de eliminar a los no aptos—.

La ilustración siguiente representa cómo podría haber surgido algo tan complejo como un ojo con la sola ayuda de la selección natural, sin necesidad de diseñador. Obsérvese que no aparece “de golpe”, por puro azar. Solo se necesita que se produzcan continuamente variaciones de escasa amplitud (por ejemplo, pequeños cambios en el grosor de la capa transparente) y que no se hallen orientados en una dirección preferente (es decir, que los aumentos de grosor sean tan probables como las disminuciones); la selección natural actuará entonces como un filtro, promoviendo la acumulación gradual de las variaciones favorables, esto es, las que confieren mayor eficacia biológica.

Creatividad de la selección natural, manifestada en esta simulación de la evolución de un ojo de pez a partir de una capa de células sensibles a la luz. En cada generación se producen mutaciones que cambian ligeramente el tamaño o la forma; algunas de ellas mejorarán la visión, y los individuos que las porten tendrán algunas oportunidades más de sobrevivir y reproducirse (por ejemplo, divisarán mejor a los depredadores). (Fuente: ASH).

Evolución del ojo

Darwin desconocía por completo el mecanismo por el que se genera esa variación, y de ahí el enorme mérito que tiene el que haya sido capaz de predecir sus propiedades e incluso de sugerir algunas “leyes” generales. Hoy la situación es distinta, e iremos profundizando en esas fuentes de variación en las unidades 5, 6 y 7. Por ahora nos bastará con una de ellas: las mutaciones, que nos van a permitir conectar el macromundo de la evolución con el micromundo cuántico [véase la ilustración 1.17], o, lo que es lo mismo, el problema de Darwin con el de Schrödinger.

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