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4. La evolución de las plantas y adaptaciones a la vida en tierra

Al estudiar la clasificación biológica, se vio que las características estructurales de los organismos tienen gran importancia para establecer los distintos grupos taxonómicos. Cada grupo, desde los filos hasta las especies, presenta un patrón estructural que lo identifica, pero en éste se producen modificaciones que capacitan a los organismos para vivir adaptados a las condiciones del medio que normalmente habitan.

Una adaptación es cualquier característica estructural, fisiológica o conductual que permite a un organismo sobrevivir y reproducirse en su ambiente natural.

Las plantas terrestres derivan probablemente de un grupo de algas verdes que, en algún momento, colonizó la tierra firme; transición que conllevó notorios cambios en su fisiología.

Por ejemplo, el ritmo de fijación de dióxido de carbono en forma de materia orgánica gracias a la fotosíntesis está limitado, en las algas acuáticas, por la escasa cantidad de luz que llega incluso a poca profundidad, y no por la cantidad de dióxido de carbono disuelto en el agua. Los primeros colonos terrestres, al recibir dosis mucho más altas de radiación solar, debieron ver significativamente incrementado el ritmo de fotosíntesis.

Este incremento conllevaba el riesgo de acumulación en las células de grandes cantidades de glúcidos y otros compuestos orgánicos, que podrían alcanzar niveles tóxicos. Algunas de las primeras plantas terrestres se vieron obligadas a retirar parte de estos productos del metabolismo, depositándolos en zonas como las paredes celulares que, de esta manera, vieron acrecentada la cantidad de celulosa y de sustancias como la lignina. Ello permitió la aparición del xilema y de sus células conductoras o tráqueas –proporcionando tanto un soporte esquelético para la planta como un eficaz sistema para el transporte de agua y solutos– y la entrada en escena de los Traqueófitas, plantas de porte masivo que confinaban la fotosíntesis a regiones especializadas (tales como los frondes de los helechos y hojas de las coníferas o las angiospermas); los restantes tejidos de la planta pudieron vivir a expensas del material fotosintetizado, lo que permitió “dar salida” al excedente de carbono asimilado.

El incremento del carbono fijado por fotosíntesis también facilitó la síntesis de sustancias como la cutina o la suberina, que impermeabilizan a la planta y la permiten mantener un nivel de hidratación elevado e independiente de la humedad ambiental.

También, como hemos visto en el epígrafe 2, algunas adaptaciones que favorecieron la transición de las plantas a la tierra firme implicaron cambios reproductivos y fueron promovidos por determinados ciclos vitales. Otras adapta-ciones involucraron cambios morfológicos como los que describimos a continuación.

 

 

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